Latest Posts

10

Te odio, Valentín

Roja y Preso lunes, 14 de febrero de 2011
Nunca fui muy amigo de los “días de”. Día del padre, de la madre, del abuelo, de la mascota o del tomador compulsivo de Mirinda. Son fechas inventadas por los comerciantes para subir los precios y que uno se vea en la obligación de comprar igual para no quedar mal. Porque, ¿con qué cara vas a mirar a tu vieja y decirle “mirá mamá, no creo en el día de la madre, yo creo que el día de la madre es todos los días”? Quedás como el más rata y tu madre te va a preguntar si en verdad sos hijo de tu padre y no sos el producto de una noche alocada con Jacobo Kohler o algún otro judío famoso.
Lo mismo me pasó con el día de San Valentín, la única vez que fui a “festejarlo” en compañía de una pareja formal, hace dos años. Ella compartía de alguna forma ese desprecio a los días comerciales, y me lo hacía saber. Yo me caracterizaba por expresarle mi amor lo más que podía, y por hacerle regalos cada tanto, porque así me gustaba. Y no cualquier estupidez estilo flores o bombones, si no regalos más personales. Regalos que sabés que solo a ella le pueden gustar, que solo una persona como vos se los puede hacer y que te pueden hacer quedar como un galán de alguna película romántica de esas que los “guionistas” tienen una plantilla pre-armada en Hollywood para sacar al menos 10 iguales todos los años.
Pero para esa ocasión, bajo el estúpido sentimiento de orgullo de “es un día yanqui y comercial, vayamos contra el imperio”, habíamos planteado desde hacía un considerable tiempo, no festejar el famoso “Día de los enamorados”. Y siempre nos encargábamos de remarcar que no había necesidad de expresar el amor que uno tiene por el otro en un día comercial, porque eso se hace todo el tiempo y un estúpido regalo para el 14 de febrero no remarcaría nada. Y así fue nomás.
Pero entrada la tarde me vino la sensación que describí antes. No quería sentirme el más rata. Me vino esa sensación repentina de que tenía que regalarle algo más allá de lo que pensáramos. Pero no quería comprarle nada típico, ni nada que se supiera que había sido pensado sobre la hora. Ese día estaba trabajando, por lo cual muchas opciones no tenía, tendría que ir a comprarle algo al salir. Pero ya iba a estar todo cerrado. Por lo cual, pensé en la opción salvadora: llamar a mi vieja.
“Mamá, escuchame una cosa, en mis documentos, hay una foto que se llama “Jp y Laura en playa”, bueno, llevala a una casa de revelado digital, imprimila, comprate un portarretratos en el kiosco de Beatriz, poné la foto adentro, envolvelo para regalo, que cuando llego lo agarro y voy a buscar a Laura”, le dije. La verdad es que no pensé que lo pudiera llegar a cumplir, pero lo hizo al pie de la letra, me salvó. Que grande mi vieja. Tenía el regalo perfecto y la iba a impresionar. Iba a quedar fenómeno.
La fui a buscar. La noté un poco extraña, decaída. Me dio un beso como por obligación. ¿Para que mentir? Tenía una cara de ojete insoportable. Intenté preguntarle varias veces que le pasaba, me decía que nada y corría la cara. Evidentemente, si una mujer te dice “nada” es “todo”. Indagué de diversas formas, sin éxito. Así que me dije a mi mismo: “es el momento, dale el regalo, con eso se le va la cara de orto y vuelve el amor”. Así que no lo dudé, la frené, y le dije emocionado, mientras abría mi mochila y sacaba con gran emoción el regalo:



- Laura, tengo algo para vos. –


Agarro el papel de regalo con bastante entusiasmo. Se le fue la cara de ojete por un rato. Lo rompió. Vio lo que era. Su cara de pseudoentusiasmo se fue al carajo. Volvió una cara de ojete peor que la anterior. Para ser más gráfico, peor que la cara de Julio Ribas después de que gritó “segunda pelota” y nadie le dio bola, o la de McCarthy cuando tenía enfrente a un sospechoso de comunista. Evidentemente algo pasaba.

- Gracias.  – me dijo, empeorando la cara descrita anteriormente -

Quedé en blanco. Realmente consideraba que ese era un buen regalo, bastante original, y mucho mejor aún por haberlo regalado de sorpresa, cuando habíamos quedado en no regalarnos nada. Muchas cosas se me cruzaron por la cabeza en ese momento. ¿Se enojó porque rompí el pacto que habíamos hecho? ¿Está recordando alguna pelea del pasado? ¿No me quiere más porque me dejé el pelo largo? ¿Conoció a un pibe nuevo? Fuimos caminando varias cuadras, en silencio, mientras más preguntas de ese estilo me surgían y seguramente ella pensara unas tantas otras. Cada 5 cuadras más o menos, le volvía a preguntar que le pasaba. Me decía que nada, para que luego apareciera un silencio muy incómodo. Hasta que al final me habló.

- ¿Sabés que pasa Juan? Los novios de mis amigas les hicieron tremendos regalos. A Lorena el novio la lleva a un restaurant de lujo, y unos mariachis van a cantarle. A Vale le regaló una cámara Nikkon último modelo, de esas profesionales posta, de esas que vos sabés que siempre quise. A Mariana le regaló un celular que tiene conexión a Internet, bluetooth, infrarrojo y cámara de buena calidad. ¿Y vos me venís a regalar esta porquería? – me dijo, mientras yo no sabía donde meterme. –

- Pero, Lau, ¿no era que no te interesaba San Valentín? ¿No habíamos quedado en que era un día comercial pelotudo y no nos interesaba? – le contesté – 

- Si, pero se nota que sus novios las quieren a mis amigas. Y yo no sé si vos me querés. Yo quería restaurant lujoso, algo más lindo. No un portarretrato de mierda.

En ese momento me contuve de no decirle los peores insultos. Simplemente me di vuelta y le dije “bueno, andá a pedirle a tu jefe, el tipo pulcro, educado y metrosexual, que te haga uno mejor”, refiriéndome claramente a una de las veces que habló del señor, pretendiendo darme celos, o porque verdaderamente quería cargárselo. Después pasó lo de siempre: me llamó, me pidió disculpas diciéndome que me amaba, le dije que si, volvimos, nos peleamos y nos amigamos 471 veces más, hasta que definitivamente nos separamos y quedamos como el orto. Y todo lo que me quedó de esa relación fue un búho portainciensos.
Pero a lo que quiero llegar es a lo siguiente: nunca pasen por una situación igual. Si tenés una novia medio comunista-socialista-anarquista-anti-imperio que te dice que es un día comercial y no quiere nada: NO LE CREAS, ES TODO LO CONTRARIO. Si al preguntarle que quiere de regalo, responde que con tu presencia basta: TE ESTÁ DICIENDO QUE LE HAGAS EL REGALO MÁS CARO POSIBLE. Así que lamento informarte, pero no hay chance de que no gastes guita en este día, si es que querés mantener a tu novia. Fundite, sacá un crédito en 418 cómodas cuotas, robá un banco, pedile a los Peirano, lo que sea, pero regalale algo SALADO.
Ah, y me olvidaba: si tenés una mina como Laura de novia: MANDALA A LA MIERDA CUANTO ANTES.



 
Copyright 2010 Roja y Preso